Carta a un joven artista, de Gretchen Peters

Cuando era niña, no me hubiera atrevido a llamarme a mí misma artista. Solamente tenía una inquietud profunda por hacer cosas —canciones, poemas, pinturas—, lo que fuera. Lo llaman necesidad de expresarse, pero en realidad es descubrise a uno mismo. Es una manera de hacerse una idea de cómo sientes y qué piensas. Una forma de entenderse a uno mismo en relación con el mundo. No te conviertes en un artista. Lo eres o no lo eres, eres un creador o no eres un creador. Todo tiene sus inconvenientes, pero aunque ser un creador es difícil, frustrante, aterrador, en ocasiones estimulante y a menudo humillante, no serlo es poner en duda nuestra razón de ser. La elección está clara: para estar vivo el artista necesita crear como el tiburón necesita nadar.

Mientras nadaba, he aprendido algunas cosas:

No vivas únicamente en el interior de tu mente

Que trabajes con ideas no significa que tu cuerpo no participe en lo que haces. Pasea mucho. Hay estudios que demuestran que caminar favorece la creatividad. Creo que es porque caminar te hace salir de tu mundo interior y te sitúa en el mundo. Tu cerebro funciona todo el tiempo, te des cuenta o no. Muchas son las veces en que he llegado espontáneamente a la solución de un problema con una canción durante un largo paseo. Tu subconsciente es tu ayudante. Caminar (o echar una siesta, o bailar, o cualquier otra manera física de desconectar) le da a tu subconsciente espacio y tiempo para hacer parte del trabajo.

–  No desprecies el otro hemisferio de tu cerebro.

Descuidar el aprendizaje de las tareas básicas para vivir, como administrar tu dinero, arreglar un grifo que gotea o cambiar el aceite, no te hace mejor artista. Solo te hace ser incapaz, desdichado y una víctima. En cualquier caso, el rollo de los lados derecho/izquierdo del cerebro es una simplificación. Eres una persona real que vive en el mundo real —y no te queda más remedio que ser buento en algunas cosas del “hemisferio izquierdo”. Yo trabajé de contable. Y era bastante buena. Imagínense.

–  Escucha a tu instinto.

Es todo cuanto tienes. Si no aprendes a escucharlo y confiar en él, serás un barco a la deriva. Sin brújula, sin mapa, sin un plan más allá de trabajar para convertir tus pensamientos y sentimientos amorfos en una obra honesta y coherente. Te sorprenderás, te intranquilizarás, te decepcionarás a ti mismo. Tu trabajo acabado nunca será tan bueno como lo era en tu imaginación, cuando era una chispa sin una forma acabada. Te darán consejos, te ignorarán, serás venerado y denigrado, y todo lo que tienes para mantenerte en carrera es tu instinto. Tendrás que distinguir aquello por lo que vale la pena luchar. Tendrás que saber cuándo decir no. Tendrás que saber cuándo estás hasta arriba de mierda. Lo necesitarás cuando te sientas con ganas de dejarlo. Y habrá momentos en que tendrás ganas de abandonar.

–  El oficio cuenta

En estos tiempos, el amateurismo es celebrado y recompensado más que nunca, gracias a YouTube y la red (y realmente lo entiendo, siempre hay un momento para un buen vídeo de gatos). Estamos más impresionados por el talento “natural” que por la maestría que se tarda toda una vida en adquirir. Nuestras nociones de “talento” e “inspiración” implican que hay algunas personas tocadas por una varita mágica, y no necesitan trabajar. Pero la noción romántica de El Artista como un soñador melancólico que subsiste únicamente a base de los polvos mágicos de la inspiración es ficción… aunque mucho más atractiva que la realidad. La mayor parte del arte es el resultado de una breve explosión de inspiración seguida del largo esfuerzo de un currante. O, quizá, el trabajo duro precede a la chispa de genialidad. De una forma u otra, el talento, el oficio y el trabajo duro son la base. Son los cimientos y el marco que determinan lo sólida y duradera que es una obra. No importa cómo fluya tu inspiración: mientras no entiendas esto eres un amateur.

“¿Por qué no habría de ser duro mi trabajo? El trabajo de casi todo el mundo lo es. Uno se deja engañar por esta idea de existe algo así como la inspiración, que llega fácil y rápido. Y algunas personas tienen esa suerte. Yo no. Así que tengo que trabajar tan duro como cualquiera para levantar la carga” Leonard Cohen.

–  Conoce a tus mayores.

Tú no surgiste de la palma de Zeus completamente formado. Eres un combinado de influencias y los que te influyeron fueron a su vez influidos por quienes les precedieron. Sé lo suficientemente curioso para aprender quiénes fueron y qué hicieron. Tu trabajo mejorará, y descubrirás que ha habido gente increíble haciendo lo que tú haces cientos de años antes que tú, lo que de entrada será desconcertante. Cuanto más aprendas, más consciente serás de lo que queda por aprender. Así es como empiezas a mejorar de verdad.

–  No será fácil.

De hecho será cada vez más difícil. Cada vez que empiezas, lo haces de cero. Cada canción, cada actuación empieza con una página en blanco o un escenario vacío. Estás siempre, eternamente, volviendo a empezar. Esta es la bendición y el maleficio. Y como tu autoexigencia va en aumento, la satisfacción contigo mismo es menos fácil de conseguir. Toda esta información no es particularmente tranquilizadora, pero te ayudará recordar que Leonard Cohen (citado más arriba) llena varios cuadernos por cada canción que escribe (sí, “cuadernos enteros. Me encanta poder contar esto a mis colegas. Hay a quien le anima ver lo lento, deprimente y concienzudo que es el proceso”)

–  Para ganar, tienes que estar ahí.

Cuando estoy actuando de gira, inevitablemente hay noches en las que no estoy al máximo. Me quedo con un sentimiento de frustración y decepción. Incluso de culpabilidad. Tengo malas noches cuando las condiciones son perfectas, y tengo grandes noches cuando las condiciones están lejos de la perfección, así que no se trata solo de las condiciones, obviamente. Pero sé que si no lo intento, mis opciones de conseguirlo se reducen a cero. Así que intento aumentar mis posibilidades haciendo lo que hago siempre y con el optimismo de que cada actuación tiene la posibilidad de generar una transformación. Es lo mismo a la hora de escribir o grabar. Tienes que hacerlo, y tienes que fracasar. Mucho. Cuanto más fracases, más aprenderas, tus posibilidades aumentan. Nunca subestimes el poder del esfuerzo obstinado y repetido.

– No confundas el cinismo y la ironía con el arte

Vivimos en la era de la ironía —todo el mundo es superior o se ríe de alguien. Lo tomamos por sofisticación, pero es cobardía. Rechazamos exponer nuestros sentimientos o ideas por miedo a parecer ingenuos. La ironía es perezosa. Su pretensión es que la convicción es algo insensato, su sentido es que no hay sentido. La consideramos aguda, pero nada es agudo si lo hace todo el mundo. El acto verdaderamente revolucionario es crear arte que busca la redención, apostar por algo, obstinarse por mejorar. Necesitamos arte en este mundo. Sal, y hazlo.


[Este post, escrito por Gretchen Peters, forma parte de una serie de cartas de artistas consagrados a los jóvenes músicos. Gretchen es una artista radicada en Nashville y como compositora ha sido nominada a los Grammy. Ha publicado excelentes álbumes en solitario, y ha compuesto éxitos para Martina McBride, Faith Hill, Etta James, Trisha Yearwood, Patty Loveless, George Strait, Anne Murray, Neil Diamond, y Bryan Adams.]